El pragmatismo de Peirce reviste características especiales que lo diferencian de las versiones populares que se difunden teniendo como base algunos de los trabajos de James y Dewey. Si se tienen presentes las Lectures on Pragmatism (1903) (Conferencias sobre Pragmatismo. En lo que sigue me referiré a este texto bajo la denominación abreviada de Conferencias) y el artículo «What Pragmatism Is» (1905) no es poco plausible pensar que al comenzar el siglo Peirce tenía como uno de sus propósitos filosóficos primarios precisar la concepción de pragmatismo que él había propuesto en los artículos «The Fixation of Belief» (1877) y «How to Make our Ideas Clear» (1878). Los motivos aparentes para este esfuerzo clarificador radicaban en el hecho de que la palabra «pragmatismo» estaba siendo usada por otros pensadores para designar concepciones que eran totalmente extrañas a las que Peirce quería transmitir cuando en los artículos antes señalados hizo la presentación original de su doctrina. Con el objeto de diferenciar su doctrina de las advenedizas, Peirce propone en su artículo de 1905 rebautizar su propia doctrina con el nombre de Pragmaticismo:
«Pero hoy en día la palabra [pragmatismo] comienza a encontrarse ocasionalmente en las revistas literarias, donde se abusa de ésta del modo inmisericorde que cabe esperar cuando las palabras caen en enredos literarios… De modo, entonces, que el que esto escribe, encontrando su naciente «pragmatismo» promovido de tal manera, siente que es hora de dar a su hijo un beso de despedida y liberarlo a su destino más alto; mientras tanto, y para servir el propósito preciso de expresar la definición original, le place anunciar el nacimiento de la palabra «pragmaticismo», la que es lo suficientemente fea para estar a salvo de eventuales raptores» (5.414).
A pesar de que Peirce dirige explícitamente sus ataques a los usos que ha encontrado en las revistas literarias, afirmando que las concepciones del mismo nombre sustentadas por James y Schiller son compatibles con las que él sostiene, es plausible pensar que, al pretender precisar su propia concepción, Peirce quería diferenciar su punto de vista del que sostienen los autores mencionados especialmente de James. Este trabajo no pretende, sin embargo, comparar las diferentes versiones del pragmatismo para establecer los rasgos que las diferencian de la versión peirceana.
Es claro, que al menos en las conferencias de 1903 y en el artículo de 1905, Peirce quiere clarificar su propia versión con el objeto de liberarla de interpretaciones que tiendan a hacerla confusa. Lo anterior se deriva de la máxima contenida en sus artículos de 1877 y 1878. Como el mismo Peirce parafrasea su propia máxima:
«Considera los efectos que tú concibes en el objeto de tu concepción que pudieran tener importancia práctica. Entonces tu concepción de esos efectos es la TOTALIDAD de tu concepción del objeto» (5.422).
De la formulación anterior de la máxima pragmática puede desprenderse o bien que una concepción tiene que ser probada por sus efectos prácticos, o bien que una concepción es significativa porque tiene consecuencias ventajosas, o bien que una concepción cuyas consecuencias sean exitosas será verdadera. Aunque es posible derivar formulaciones que, como las enunciadas más arriba, exhiben un carácter pragmatista a partir de la máxima temprana de Peirce, hay que reconocer también que tales formulaciones son ambiguas y están abiertas a varias interpretaciones que pueden ser contrarias a lo que Peirce quiso expresar mediante la máxima citada. Para evitar estas interpretaciones confusas, Peirce necesita aclarar tanto como sea posible su concepción del pragmatismo. La intención de llevar a cabo ese trabajo aclaratorio se hace evidente en las Conferencias y en el artículo de 1905. En las Conferencias de 1903 Peirce enfatiza que aquello que él entiende como las consecuencias prácticas de una concepción puede caracterizarse como la tendencia que tiene dicha concepción para evitar sorpresas en el futuro. Las sorpresas se entienden como una súbita crisis de la experiencia. Para Peirce la experiencia se caracteriza por su carácter fluyente. Cuando las cosas en el mundo acaecen como esperamos que acaezcan, entonces el flujo de la experiencia no está en peligro de ser interrumpido y, en consecuencia, no hay sorpresas. Pero el flujo de la experiencia puede interrumpirse por un evento que no esperábamos. En ese momento nuestros hábitos son insuficientes para salir del paso y nos vemos obligados a pensar con el objeto de restaurar el flujo de nuestra experiencia. Tenemos que formular hipótesis y evaluarlas con miras a cambiar o modificar nuestras anteriores creencias. Lo anterior no parece ser suficiente. En efecto, debemos, además, establecer, a partir de la revisión de los resultados de la acción concreta, si las nuevas creencias asumidas pueden considerarse como expectativas que se adecuan a lo que en el futuro puede acaecer en el mundo.
De acuerdo a lo expresado, el proceso de indagación tiene como punto de partida la interrupción del flujo de la experiencia y es seguido por la formulación y evaluación de hipótesis, para finalizar en la fijación de una creencia. Dicha creencia puede caracterizarse como una expectativa respecto de cómo se comportará el mundo en nuestras futuras interacciones con él.
Así concebida la creencia fijada es un hábito o esquema de acción, puesto que, en última instancia, hace posible la predicción del cauce futuro de la experiencia. Lo que Peirce dice en sus artículos de 1877 y 1878 acerca de la duda o la irritación, la creencia y el hábito adquieren mayor sentido cuando se conecta con el objetivo práctico de restaurar y mantener el flujo experiencial. La indagación presupone pensamiento y si pensamos debido a que el flujo interrumpido de la experiencia nos obliga a ello, entonces, como lo afirma Peirce, pensamos para poder parar de pensar; esto es, pensamos para sumergirnos nuevamente en el flujo de la experiencia que no requiere del esfuerzo de pensar.
Alguien podría decir que no hay nada nuevo en la tosca caracterización del pragmatismo de Peirce que se ha esbozado en los párrafos precedentes. Sin embargo, debe decirse que la originalidad de la visión de Peirce no está en su caracterización del objetivo de la indagación, sino en el modo en que caracteriza el proceso mismo de indagación, esto es, el modo en que se alcanza el objetivo o el propósito de la indagación. Esto, en mi opinión, no está tan claramente expresado en el artículo de 1905, sino que se presenta en forma más cuidadosa y detallada en las Conferencias. Allí Peirce muestra que los estadios del proceso de indagación pueden caracterizarse siguiendo su clasificación de las partes que, a su juicio componen la filosofía, a saber: la Fenomenología, la Ciencia Normativa y la Metafísica. Teniendo presente que Peirce considera los pensamientos como signos, las nociones provenientes de la semiótica están presentes a través de toda su exposición del pragmatismo.
[Fuente: http://www.antroposmoderno.com/antro-articulo.php?id_articulo=589]
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